Orden y respeto Observar Entender Apreciar Reconocer
Redacción AC
Cuando salimos del barrio la máxima fue siempre respetar y honrar a todos los lugares y sociedades que nos recibiesen por razones profesionales o de elección de Vida.
Las hemerotecas están llenas de textos y máximas que describen con exactitud y definen claramente cómo debemos comportarnos ante el desorden, el caos y la debacle que padece la sociedad global.
Ese desorden social comienza con «una búsqueda de algo mejor», con un fundamento teórico y social de un «no pasa nada si altero el orden».
La vida en este momento nos grita desesperadamente: RESPETO. Como humanidad, hemos pensado que nada podría sufrir un desequilibrio por ir eligiendo, probando y alterando el orden de muchas cosas.
Hoy nos cuesta trabajo entender que existen principios fundamentales de orden y consecuencias cuando este orden no se respeta.
Los ejemplos están claros: la inmigración ilegal, los regímenes populistas que lo aprovechan para capturar votos a cualquier precio, el clima, la alteración genética de los alimentos, gestiones gubernamentales basadas en la mentira y el oportunismo, una clase política iletrada e incapaz, etc.
Y el error está en que creemos que el mundo se puede modificar a nuestra entera satisfacción sin tener consecuencias; pues NO.
Así lo padecen sociedades de países donde la justificada solidaridad hacia los necesitados habilita políticas demagóquicas cuya ley es el «todo vale» al más puro estilo selvático, suplantando en nombre de la diversidad, fundamentos culturales y sociales construidos durante siglos, en algunos casos a sangre y fuego.
Las ideologías extremistas son el terreno fértil para convulsionar a los ciudadanos con discursos lapidarios y alarmistas, pero carentes de medidas concretas para resolver dichas alarmas, que por cierto en su gran mayoría son reales, pero que debido a la pobre capacidad y falta de compromiso de los gestores de la política es incapaz de dar respuestas eficientes.
No hay términos medios, no hay modificaciones algunas que no sea observar, entender, apreciar, reconocer y respetar la forma de vida de esas sociedades que como dijimos, sin el fundamento cultural y social, construidos durante siglos, (en algunos casos a sangre y fuego), no se deben vulnerar ni modificar según al uso egoísta en unos tiempos donde la progresía es el antónimo del orden.