«Mi país lo necesita»
Las maras, crimen organizado en Centroamérica
*Anticipo del libro «Clase ‘60»
*Imágenes: Crédito a quién corresponda
Siendo secretario ejecutivo del CIP (Club Internacional de Prensa), en una de las habituales actividades con personalidades que organizábamos aprovechando sus visita a Madrid, la entonces Embajadora de Honduras, Leila Odeth, se acercó a hablarme y me dijo: «Mi país lo necesita, Gustavo»

No supe qué responderle, ya que sabía que el azote de las maras causaba estragos y muerte en esos momentos en toda Honduras.


(*Por razones de confidencialidad omitiré en este relato temas clasificados, pero si quiero exponer mi experiencia, quizás una de las más intensas y peligrosas de mí vida profesional).
Madrid, escenario de negociación de una misión peligrosa
La urgencia de una misión más de comunicación estratégica y política precipitó los tiempos habituales para organizar este tipo de cuestiones, a lo que se sumó la visita del Presidente de Honduras (Ricardo Maduro) y su esposa, la española Aguas Ocaña, y miembros de su Gobierno en una misión oficial, razón por la que en pocos días me convocaron a un encuentro con el ministro de Estrategia del Gobierno hondureño, Camilo Araña Faraj.

El marco no podía ser más adecuado para elegir imágenes dignas de una película de espionaje internacional, aunque el emisario negociador no mostraba lo que se dice un «perfil bajo»; todo lo contrario: sastrería europea, un puro inmenso, y unas formas que mostraban que la educación a veces suele ser inversamente proporcional al dinero. En los jardines del hotel Ritz aconteció nuestro encuentro.
Debo reconocer que la definición y cierre del pacto para mí misión nunca fue tan corta para la aprobación de los términos y costos requeridos; la necesidad de asistir al Gobierno hondureño, resultaba ser de urgencia, razón por la cual en cuestión de horas debía partir a la convulsionada Centroamérica.
La ruta de la muerte
Por aquel entonces no había vuelos directos entre Madrid y Tegucigalpa; la razón: el aeropuerto Toncontín, fue clasificado por el programa Most Extreme Airports del Canal de Historia como el segundo aeropuerto más peligroso y extremo del mundo.
La aproximación al aeropuerto se consideraba una de las más difíciles del mundo para todos los aviones, especialmente en condiciones climáticas adversas.

La opción elegida por esta causa para viajar fue vía La Habana, como escala, y posteriormente vuelo a San Pedro Sula; se podría definir como la ciudad donde se desarrollaba la mayor actividad productiva y fabril de Honduras, en particular utilizando el método de «la maquila», que es como se denomina y que hace referencia a una forma de producción que se establece como un compromiso del dueño de la producción y/o de una marca con la persona que realiza el trabajo.
De ahí viajé a Tegucigalpa, donde me estaban esperando en el aeropuerto el jefe de la custodia presidencial y cinco guardaespaldas. Esperando en la fila de la aduana para presentar mí pasaporte e ingresar al país me apartaron de la fila y me subieron por una salida especial a uno de los dos todoterrenos que circulaban a gran velocidad por la llamada «ruta de la muerte»; por aquel entonces, un camino donde se podía observar la prostitución de menores de edad al borde de la carretera, incluso la macabra imagen de muchas niñas atropelladas por vehículos que circulaban a gran velocidad y en condiciones extremadamente peligrosas.
En el camino, además del horror del paisaje inhumano de las niñas prostituyéndose a la luz del día a la vista de todos, mantuve una tertulia muy interesante con quien era el jefe de seguridad del presidente Maduro, y que había sido designado por el mismo mandatario para hacerse responsable de mi seguridad mientras estuviese en el país, cosa que me honró, pero me extrañó, razón por la cual le pregunté el por qué de tanta parafernalia, y la respuesta me esclareció lo peligrosa que era mí misión; «Don Gustavo, usted corre peligro, porque si se entera la oposición comunista que viene a ayudarnos lo van a querer matar; además usted tratará el tema de las maras, y esos asesinos también lo buscarán para matarlo, ya que sus asistencia al presidente va en contra de sus planes y objetivos de asesinar por asesinar…».

Fui consciente de los riesgos que corría, pero la experiencia hasta ese momento que había adquirido redoblaba mí voluntad de ayudar a sugerir estrategias y acciones que pudiesen servir al pueblo hondureño.
De casa al trabajo, del trabajo a casa
El encuentro nuevamente con el presidente Ricardo Maduro, después de habernos visto en Madrid, fue muy cordial y emotivo, debido a que Ricardo me contó vivía afectado por la muerte de su hijo, que murió de manera abrupta el 23 de julio de 1997 tras ser asesinado por los integrantes de una banda de secuestradores, razón por la cual uno de los objetivos principales que tenía el primer era combatir la violencia, en particular la ejercida por la maras.

En esa reunión el presidente me expuso las necesidades sobre las que esperaba que le pudiera ayudar y fue entonces cuando, junto a mí equipo de colaboradores, nos pusimos manos a la obra.
Resultaba muy difícil luchar contra la violencia y el crimen organizado en un lugar donde todo el mundo iba armado; sí, en Tegucigalpa todo el mundo iba armado, salvo para entrar a un banco, ya que allí había taquillas para guardar las armas antes de entrar al edificio.
Tenía prohibido por mí anfitrión salir solo a la calle y separarme de mis cinco custodias en ningún momento. Mi único recorrido, al estilo comitiva de personalidades, era de mí hotel internacional donde me tocó vivir todo ese tiempo, a la Casa de Gobierno; ida y vuelta (de mí casa al trabajo, y del trabajo a mí casa).


Trabajamos intensamente con mi equipo y personalmente participé en las reuniones de Gabinete junto al presidente para comprender e interiorizar los problemas sobre los que debíamos armar una estrategia y acciones para poder resolverlos según el plan de Gobierno.
El Gabinete era diverso y exótico, una mixtura de amigos, colaboradores, funcionarios y rivales, adversarios y antagonistas que no pensaban ni se alineaban con la realidad del país ni el plan de Gobierno; ni hablar del gran “afecto” que tenían a ese español-argentino que había llegado para intentar colaborar en temas sobre los que presumiblemente algunos no tenían ningún interés de que cambiase su status quo.
Los gobiernos en Centroamérica, más que en otros países iberoamericanos, están conformados por empresarios y personas influyentes que financian campañas y participan de negocios posteriores (no calificaré la naturaleza de los mismos), razón por lo cual el ambiente de convivencia humana, política y de gestión no suele ser muy armónico.

El presidente tenía a su lado un “activo”, que iba a transformar su imagen a una de gestión más potente y cercana a la gente, pero que no era del agrado de algunos actores de su entorno; resultaba muy curioso que una educada, inteligente y atractiva rubia española se transformase poco a poco, en la mejor imagen de la gestión de su marido.
En mí jaula de cristal
La actividad diaria era intensa y consistía en resolver problemas, gestionar y solucionar algunas situaciones críticas en instituciones, armonizar el equipo de Gobierno, y mostrar resultados en un corto espacio de tiempo; era una misión muy difícil, aunque apasionante, y así fue discurriendo mi labor en aquel país. Los temas se iban acomodando y los nuevos procedimientos establecidos resultaron muy efectivos cuando se pusieron en marcha y se fueron alcanzando los resultados esperados. Pero empecé a sentir el desgaste, más que nada por el encierro y la amenaza permanente de mi seguridad.
El presidente había dado claras instrucciones al equipo de seguridad de no cometer errores y velar por mí seguridad las 24h.

Pero mi naturaleza genética alemana, y mi sangre periodística puso fin a esa situación. Comuniqué que pensaba salir por “el barrio” a pasear, airearme y disfrutar de mis días en una sociedad violenta, pobre, pero con gente fantástica y muy sufrida con la que yo quería socializar, situación ésta que enojó mucho al presidente y, por este motivo, el equipo de seguridad me ofreció una alternativa: acudir con ellos a “el Divino”.
El Divino
Llego el día, mejor dicho la noche, inimaginable para mí: salir a cenar, a un lugar que hasta ese momento no sabía dónde era, pero con la tranquilidad de que iría en dos vehículos, con cinco guardaespaldas, y con la recomendación de que se comía y bebía muy bien.
El camino fue largo desde el hotel internacional hasta «El Divino», es más, llegando parecía que nos acercábamos a un fuerte / oasis en el medio del desierto, con grandes paredones y palmeras que asomaban anticipando un paraíso, y así fue.
Se abrieron los portones que daban acceso a ese lujoso predio, una especie de club de campo donde el coche más barato era un Ferrari, y que tenía un gran escaparate de vehículos de los asistentes al lugar y nosotros fuimos en dos todoterrenos, un poco vetustos para el postureo del lugar.
El propietario del lugar nos estaba esperando en la entrada, se acercó a mí, y en el más puro idioma argentino me dijo:”¡Así que vos sos el gurú del presi!”. No podía creerlo, un argentino en el lugar menos pensado, personaje y anfitrión de calidad en esos días, al que además sus clientes alababan.
Tuve por tanto un cariñoso recibimiento y fuimos directos al restaurante, inmenso y opulento, con mesa reservada, rodeado de otras mesas más, reservadas (para mis escoltas), y todo el mundo mirándonos como si fuéramos marcianos, lo cual me dio una sensación de que mi perfil bajo y misterioso se había terminado. Mi presencia y seguridad estaría en el cotilleo local, pero valió la pena la experiencia, adrenalina de periodista, con asado y vinos argentinos, fórmula muy bien definida por el propietario, que se coronó posteriormente en el pub que era parte del complejo donde los tragos sabían a gloria, por su calidad y presentación.
No tengo ni idea de dónde estoy
Después de la cena, el anfitrión me dijo que en el pub había una sorpresa para mí, le reiteré mí interés de hacer bajo perfil, lo cual me garantizó, y añadió que que me quedara tranquilo, que la sorpresa tenía que ver con mi profesión…
Y así fue, en la barra del elegante pub, estaban todos los corresponsales de medios internacionales, con lo que yo además compartía a veces algunos encuentros en la Casa de Gobierno donde me tocaba trabajar, algo que me tranquilizó porque todos sabían que cuidar mí seguridad era la prioridad número uno; nos saludamos y brindamos por el encuentro en un lugar tan diferente al entorno social donde nos tocaba desarrollar nuestra profesión, muchas veces en la distancia, lo mejores y más maravillosamente peligrosos momentos que nos tocaba vivir en aquellos días turbulentos de Centroamérica.
La sumatoria de un grupo de periodistas, cuya característica era el riesgo y la desobediencia, terminó como era de esperar, haciendo la digestión en la residencia de los corresponsales europeos, con anécdotas, copas y análisis sobre el tema de la violencia y la maras en Honduras.
Nos fuimos como digo del pub, pero cometí el error de que no avisé a mi custodia. Horas después me enteré del estado de alarma que se había ocasionado, porque su protegido había desaparecido y no sabían dónde estaba…
Espere el amanecer para volver a mí casa de lujo; no tenía ni idea de dónde estaba, pero suponía que salir y buscar un taxi sería la mejor solución, y así lo hice. Debo reconocer que de madrugada, tan temprano, no había mucha gente en la calle, pero mí aspecto de forastero llamaba un poco la atención, aunque nadie, ni el enemigo, podría imaginar que un sujeto tan protegido andaría por esos barrios, a esas horas y solo, “será un vecino más”, seguro que muchos pensaron.
Paré un taxi, el chófer me miraba con asombro, y solo le dirigí la palabra para indicarle mí destino. Ya llegando, nos llamó la atención que parecía que había algún suceso grave por la cantidad de patrullas presentes en la entrada del hotel; resultó que era yo el motivo.
Cuando bajé del taxi, vi la cara de alivio en el jefe de la custodia presidencial al verme, tuvimos alguna que otra discusión, ducha y a continuación a trabajar, como todos los días.
No todos los santos visten de blanco
La intensidad de las gestiones se multiplicaban en importancia y complejidad; el Secretario de Estado de Estados Unidos DR llegaba semanalmente por las noches en su helicóptero a encuentros y cenas, y en alguna tuve el gusto de estar presente.

Mientras tanto…
Se salía junto a las fuerzas de seguridad durante algunas noches de operativos de captura de mareros, con las consecuentes acciones de violencia y tiros.
La situación económica y social del país se enrarecía y complicaba, lo cual generaba más violencia.
La popularidad de la primera dama crecía a pasos agigantados, llegando a duplicar la de su esposo. El entorno antagonista del presidente se sentía muy molesto por esta situación.
La falta de pago por el trabajo de nuestro equipo en tiempo y forma era ya un reclamo permanente, que ocasionaba discusiones entre el ministro responsable y yo.
Y comenzó la cuesta abajo de la gestión, agudizada por la falta de aplicación de las estrategias y acciones propuestas, que hicieron ya inviable nuestra actividad profesional y nuestra permanencia en Tegucigalpa.
Decidimos volver a España, en un marco claro de inseguridad que percibimos en los últimos días, y que ponía en riesgo nuestras vidas.
Todavía, después de tantos años, estamos a la espera de que nos paguen los honorarios adeudados.
Moraleja: En comunicación política, percibe tus honorarios antes, y actúa después.
«La política es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria»
VOLTAIRE
Resultado
Efectivamente el país nos necesitaba, aceptamos el desafío y se obtuvieron casi la totalidad de los resultados positivos a partir de nuestro “Plan estratégico de comunicación política y gestión de Gobierno” que diseñamos y ejecutamos.
La experiencia se sumó a nuestra trayectoria como una de las más peligrosas vividas, con un ambiente social convulsionado, y una dirigencia política no muy experta, aunque con la mejor intención de resolver los problemas que hacían de Honduras un país violento, muy difícil para vivir y construir un modelo social productivo, pacífico y con futuro.

Editado por REDACCIÓN AC