El laberinto cambalache «nada ha cambiado….»

Laberinto: “lugar formado por calles y encrucijadas intencionadamente complejas para confundir a quien se adentre en él”.

Cambalache: “trueque de objetos de poco valor, a veces con intención de engañar”.

Laberinto, cambalache o no, el derrotero de colegas periodistas en empresas, organizaciones, y medios de comunicación suele ser un camino lleno de “encrucijadas intencionadamente complejas para confundir”, o “a veces con intención de engañar”.

La llamada “línea editorial” tolerada dentro de los parámetros de la NO violación de las más básicas concepciones deontológicas de la profesión, hoy ya no es una realidad, sino casi una utopía; las operaciones u operetas periodísticas y mediáticas han transgredido todos los límites tolerables y lógicos. 

Víctimas y victimarios los Periodistas “vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseados…” como dice el tango, confundidos en nuestras propias convicciones y confundiendo a quienes nos leen y escuchan para conocer la verdad.

Esa “maldá insolente, ya no hay quien la niegue…” y lamentablemente la obediencia periodística a empresas y organizaciones va dejando un tendal de incredulidad que contradice lo que debe ser nuestro norte profesional, informar verazmente respetando los disensos en pos de construir consensos.

Es algo sobre lo que debemos reflexionar, ya que para el público que nos sigue, no va lo de “¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón…” la sociedad es sabia y sabe diferenciar perfectamente los mensajes apócrifos de los reales, sancionando a los patrañeros con su máxima penalidad, el descrédito.

“¡Dale, nomás…!, ¡Dale, que va…!, ¡Que allá en el Horno nos vamo’a encontrar…!. No pienses más; sentate a un lao, que ha nadie importa si naciste honrao…”.

Nuestra formación académica, o de hecho, es siempre orientada hacia el objetivo común de aplicar nuestro “oficio de periodistas” con decencia y profesionalismo.

Quienes hemos renunciado alguna vez a trabajar bajo la opresión y grosería de algún inescrupuloso de turno, también sabemos del magnífico sentimiento que se experimenta cuando descolgamos de nuestra espalda la peor y más pesada mochila que podemos cargar como periodistas, esa que nos puede terminar llevando a transitar nuestro camino profesional no sólo con un peso difícil de cargar, sino también con lesiones difíciles de sanar.

“Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, Rey de bastos, caradura o polizón».

Yo prefiero ser periodista.

Enrique Santos Discepolo
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