Joven ambicioso y dinámico, el canalla cautivó a todos, sus anuncios y promesas daban letra a soñar fantasías y sentirse flotar, en búsqueda del segundo descubrimiento de América. Solo mostraba ante los ojos de los «gerontes» (así llamaba a los periodistas viejos, a quienes odiaba), cierta inestabilidad en lo referido a no exponer claramente sus ambiciones y acciones, además de una falta de personalidad en cuanto a «con quién jugar», en lo político e ideológico, cambiando permanente su posición, siempre en la búsqueda del peculio, que era lo que más le interesaba.

Esa actitud y forma de vida lo acercó a un grupo de inescrupulosos, que ante no tener nada que perder, siguieron su sendero rumbo al abismo, y lo acompañaron hasta el final, porque no tenían dónde recalar, debido a su inutilidad profesional e inmadurez. Así se fueron separando en un principio los profesionales destacados y probos, luego los trabajadores a los que el canalla y sus cómplices colmaban de promesas e ilusiones, y que con el transcurso del tiempo, nada llegaba.

«No es necesario mostrar bellezas a los ciegos ni decir verdades a los sordos…
Basta con no mentir al que te escucha ni decepcionar al que confió en ti. Las palabras conquistan temporalmente… Pero los hechos… esos sí nos ganan o nos pierden para siempre».

De esta forma, el barco del canalla se escoraba a babor y a estribor, buscando negocio del que no tenía ni idea, y ya en clave cuasi especulativa, la mentira se institucionalizó, como modelo de gestión. «La mentira y el engaño tienen fecha de caducidad.
Al final todo se descubre y al mismo tiempo la confianza muere para siempre».

Así, la nave se acercó peligrosamente a los primeros témpanos flotantes que amenazaban su flotabilidad, aunque el canalla ya tenía sus salvavidas fondeados en otros mares, escondidos de su tripulación y del fisco.

La flota española, comandada por capitanes experimentados (gerontes) y con amplia trayectoria en surcar los mares, vislumbró que la nave del canalla tenía bandera pirata y tomó posición para no verse involucrada en maniobras espúrias, y que tarde o temprano depreciarían tan noble profesión.

«ERES LO QUE HACES, NO LO QUE DICES QUE VAS A HACER».
CARL JUNG

Los acontecimientos demostraron en flagrancia, que el que «nace para pito, nunca llega a corneta». Y así el canalla se escondió, no dió la cara, dejó tirada a su tripulación, actuó como un cobarde, y se llevó el arcón con las monedas de oro que acumuló durante el tiempo que duro la malversa navegación.

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