Las imágenes, claro testimonio de la actualidad, una realidad social compleja y en ebullición y décadas de retroceso en materia socio económica son el estado de situación de la actualidad.

Solo persiste como una «pseudo perversa política de estados» la violencia, diferente, estructural, pública, no clandestina, institucionalizada por años de atraso y pobreza, resultado de las ideologías que todo lo condicionan y descomponen, con sus mezquinos protagonistas, que la erótica del poder diluye, sus aparentes aptitudes morales, siempre floja de papeles.

También el deterioro, está presente en generaciones de jóvenes pseudo revolucionarios, que soñando y admirando los «viejos tiempos» no despiertan a la nueva Revolución del talento y la evolución; enemiga de los individualismos y ghetos mentales que nos separan de la Aldea Global y su nuevo orden, al que todos acuden, y muchos otros escapan, en la búsqueda de las «fórmulas mágicas» de gestión, que solo convengan a unos pocos, que ostentan el poder, y se aislan de sus entornos habituales, despreciando a quiénes les acompañaron y sostuvieron durante su camino, en tiempos difíciles.

Una legión de opinologos fundamentalistas de sus mezquinas ambiciones, dominan la atención pública que soporta con agrado sus pregones del terror y el miedo, despreciando y descalificando al monarca de turno, sin la veracidad de los hechos, y el honor a la verdad.

Países inmensos en sus potencialidades, diversos en sus habitantes y pervertidos por las instituciones de la Democracia que tanto les ha costado conseguir para vivir en libertad.

Las dictaduras borraron del escenario social a las mejores generaciones de talentos y gestores, la democracia manipuló a imagen y semenjanza del Señor Feudal de turno, las leyes, los gobiernos y la inocencia de las personas.

Todo es descrédito y huele mal en unas «cleptocracias» fraticidas que no solo «no admiten» al «otro» que no piensa igual, sino que también, como en aquellos «tiempos violentos», se adueñan de sendos «botines de guerra» ante los ojos de sus gobernados.

Profunda tristeza contemplar a generaciones de ciudadanos que a la espera de tiempos mejores, se les pasó la Vida, y se les quemó la esperanza, relegandolos a una existencia basada en la supervivencia del más fuerte, o sometidos por la dádiva condicionante y dominante de las libertades individuales y el propio juicio y dignidad.

Este profundo deterioro moral, intelectual, institucional anuncia justamente la muerte de las utopías, nadie puede imaginar una sociedad más justa y saludable, aunque todo se consuma en un presente sin proyección. 

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