Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa, Dios no se muda…

A comienzos del año 2012 viajé de Madrid a Miami para participar en un evento y atender mi trabajo de comunicación estratégica con los asuntos que acontecían por aquel entonces en EE.UU.

En la participación de dicho evento, plagado de personalidades del mundo audiovisual de las grandes productoras y cadenas de medios, una oferta despertó mi curiosidad de periodista al que le ha fascinado siempre meterse en líos y conocer temas exóticos.

La organizadora del evento, Maritza, me ofreció conocer a la madrina, una señora esotérica de origen cubano que era consultada por las más importantes estrellas de Hollywood y del opulento sector empresario internacional. Acepté y fuimos a su casa, que estaba situada en un suburbio de Miami, un barrio muy humilde, pero al llegar, alrededor, me llevé una sorpresa: nunca había visto una acumulación de tantos automóviles de lujo, propiedad de sus «clientes».

Mi anfitriona entró y le pidió como favor que si podía recibirme para conocerla al menos unos minutos, dado que para mí resultaba una experiencia única e irrepetible. Ella accedió  me recibió con un saludo con acento cubano: «qué hacés, boludo, por Miami…».

Todo era una suerte de alucinación, ya que además de su aspecto de santera, su puro maloliente y su mirada, en 10 minutos me dijo más sobre mi vida y detalles que nadie más que yo sabía, una situación que me descolocó.

No fue más allá, sólo me dijo: «Ahora te voy a despedir y te digo que si quieres, me puedes hacer una sola pregunta», reiterándome, «una sola y única pregunta…».

Acepté y entré en el juego, dado que me había dejado impresionado por  tanta data confidencial que tenía de mí y le pregunté: «Madrina, tengo mucho trabajo en Madrid y Miami, y quiero saber de esas dos ciudades ¿dónde definitivamente voy a vivir de manera permanente?. Me miró y sonriente me dijo: «en ninguna de las dos ciudades; vos vas a irte a vivir a Buenos Aires y tu protectora, Santa Teresa de Jesús, es y será tú protectora…».

Con una mezcla de asombro y desconcierto le saludé, agradeciendo el tiempo que me había dedicado y nos fuimos. Si había un lugar al comienzo de 2012 en donde no tenía ni pensado vivir era en Buenos Aires.

El tiempo pasó y en septiembre de ese mismo año dejé todo lo que me ocupaba en España y EE UU. y ya estaba viviendo en Buenos Aires.

¡Ay! ¡Qué larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida!

Claramente en el pensamiento de Santa Teresa de Jesús yo encontraba mensajes que coincidían con mi realidad. Tanto es así que el primer día que asistí a misa en una iglesia a la que entré por casualidad, me la encontré mientras paseaba. Entré y me topé con una estatua inmensa de Santa Teresa de Jesús, «mera casualidad» pensé, aunque en el fondo no me lo creía.

Al tercer día de estar en Argentina viajé a Rosario para ver a mi Madre que, emocionada con mi visita, me invitó a que fuésemos juntos a misa para agradecer mi retorno. Solía acudir habitualmente a la Iglesia del Carmen. Fuimos y nos encontramos en la entrada una estatua de Santa Teresa de Jesús, «otra casualidad», supuse. El fin de semana le propuse que cambiáramos de iglesia, y me llevó a una más alejada de su casa, a la que solia ir con sus amigas a rezar por todos nosotros, su familia, templo que nos recibió con una hermosa estatua de Santa Teresa de Jesús…

El tiempo pasó y empecinado, aunque totalmente creyente, entraba a muchas iglesias en Buenos Aires y siempre Ella, la Santa, estaba ahí presente en imágenes, estampitas, y muchos testimonios que me llenaban de emoción, convencido de que mi protectora era Santa Teresa de Jesús.

Destino: Ávila

Después de tantos años viviendo en España jamás se me había ocurrido, antes de aquel exótico viaje a Miami, ir a conocer la tierra de la Santa, pero durante unos de mis viajes a España fui a Ávila, donde nació el 28 de marzo de 1515, ya que quería visitar fundamentalmente la habitación de Santa Teresa, en el Convento-Casa que allí se encuentra.

Después de años de intensa, emocionante y hasta peligrosa actividad periodística uno piensa que «nada te puede turbar ni nada te puede espantar», pero la experiencia en ese lugar desbordó mis emociones y obtuve lo que consideré con todo respeto, una respuesta de la Santa. 

Al apoyar mi mano sobre el cristal que protegía el ambiente de su dormitorio, a los pocos minutos, mi nariz comenzó a sangrar abundantemente, como jamás antes me había pasado en mi vida.

Son experiencias únicas y sublimes que me acompañan desde entonces en mi vida, junto a sus imágenes y también un pequeño frasco con tierra, que recogí en su lugar de nacimiento.

Son tesoros que guardo y que incrementan mi Fe cada día más, porque la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta.Son experiencias únicas y sublimes que me acompañan desde entonces en mi vida, junto a sus imágenes y también un pequeño frasco con tierra, que recogí en su lugar de nacimiento.

Son tesoros que guardo y que incrementan mi Fe cada día más, porque la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta.

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