La imagen internacional: Capítulo que puede hundir gobiernos
Redacción AC
Es natural que la coyuntura local de muchos países (casi todos) ocupe el espacio del qué dirán en lo referente a la imagen de una gestión de gobierno.
Se deja habitualmente de lado el tratamiento profesional de la imagen de una gestión de gobierno más allá de sus fronteras, sean locales o internacionales, abriendo de esta forma un espacio que, como se dice en política, lo ocupa otro, y más grave aún, generando una inacción que alimenta el crecimiento del rumor, que impone su mensaje sin pudor, utilizado e interpretado por la oposición a su antojo.
Esa inactividad lesiva da como resultado un clima de desconfianza si se trata de una nueva gestión de gobierno sobre la que no se cuenta con las credenciales necesarias y suficientes para confiar en él, por más santo que sea, algo que sólo a través de un plan de comunicación estratégica puede conducirse y controlarse, para poner en valor la gestión.
Hay excepciones
Este capítulo ha sido muy bien tratado e implementado por Nayib Bukele, que ante un sisma para cambiar el derrotero de su país, generó una estrategia de comunicación que aunque al principio pareciese absurda, el resultado final fue exitoso. No fue un milagro sino coherencia, ya que su familia tiene la experiencia de la agencia de comunicación que lleva su padre, y él se crió en ese ambiente que maneja a la perfección.
Otro caso ha sido el de Giorgia Meloni, quien desde la campaña electoral puso en manos de profesionales los destinos de lo que sería una futura gestión disruptiva que modificaría muchos aspectos, formas y tradiciones de la sociedad italiana, dando solución (en el medio de una batalla en su contra) a problemas que reclamaba resolver la sociedad italiana y que también contagió a otros países miembros de la UE. Ese éxito tuvo una clave definitoria: la comunicación.
Los peligros
Así como la IA deforma verdades y no garantiza realidades, la comunicación tiene sus actores contaminantes, que aunque estén de moda, sólo manejan canales y RRSS, pero no criterios que sólo da la experiencia y trayectoria.
Estos influencers de los que han echado mano algunas agencias para usarlos para la venta pura y dura, no garantizan éxito ni buena reputación de una determinada gestión, ya que dominan un mundo paralelo que todavía no ha sido analizado sobre sus resultados ni la efectividad de sus «exitosas acciones y campañas». Son moda, atraen, contagian diversión, pero su público y resultados son para adolescentes; o sea, desarrollan un egocentrismo cuyas consecuencias son difíciles de diagnosticar y habitualmente controlar.
Ejemplos hay cientos en donde los resultados han sido catastróficos debido a la falta de criterio y liviandad con que trabajan, ya que, como dicen ellos, van a su bola, algo que puede resultar peligroso de determinar en qué puede terminar una acción concreta sin una adecuada dirección profesional, que además este contemplada un un plan estratégico de comunicación.
Egoísmo, individualismo, cultura del «yoismo», frialdad y distorsión de los verdaderos valores de convivencia, tolerancia, generosidad y entrega humana son algunas de sus consecuencias más típicas del uso de influencers y de los nuevos profetas que pululan en el mercado.
Exitismo y voluntarismo; el actor también es responsable
Hay dos definiciones que a menudo participan entre los factores que pueden hundir a un gobierno o una determinada gestión en cuanto a la comunicación: el exitismo y el voluntarismo.
Una falta de equilibrio y ese afán desmedido de lograr el éxito o una valoración excesiva de su obtención, el exitismo, puede conducir a una obsesión desequilibrada con los resultados, descuidando otros aspectos importantes que hay que contemplar y controlar.
«La voluntad es conseguir todo lo deseado sin tener en cuenta la razón». Nietzsche
Y el voluntarismo, conducta habitual, es la formación de ideas o la toma de decisiones basándose en lo que resulta deseable o agradable de imaginar, en lugar de basarse en las evidencias o en la racionalidad.
Los factores de equilibrio siempre deben tenerse en cuenta y ser contemplados e incluidos en una propuesta profesional de comunicación, ya que el exitismo y el voluntarismo son debilidades humanas típicas y habituales.