El gran bochorno: así compró el nazismo al periodismo español

Sueldos, comilonas y noticias falsas. Una historia de sobornos protagonizada por Josef Hans Lazar, cerebro de la propaganda nazi enterrado en La Almudena.

ediodía. El sol de primavera cae sobre el cementerio de la Almudena. Tras dar varias vueltas en círculo entre lápidas, en un largo paseo en el que no nos cruzamos con nadie, aparece por fin la tumba: Josef Hans Lazar, muerto en Viena el 8 de mayo de 1961, pero enterrado en la que una vez fue su casa. En lugar de rezar una oración por su alma, contamos un chiste que refleja bien sus ‘hazañas’ políticas: 

Conversación telefónica entre Hitler y Mussolini: 

Mussolini: ¿Cómo va la guerra? 

Hitler: Rusia e Inglaterra están a punto de rendirse, así que todo va estupendamente, aunque no tan bien como asegura la prensa española, claro. 

Este chascarrillo circuló entre los corresponsales alemanes en España hacia 1941. El principal responsable de la locura germanófila de la prensa cañí se llamó Josef Hans Lazar, agregado de prensa del Reich, cerebro de la fontanería propagandística nazi y —sin ningún género de dudas— el periodista más poderoso e influyente de España entre 1939 y 1944. Pese a ser uno de los líderes nazis reclamados por los aliados cuando acabó la guerra, Lazar salvó el cerco ayudado por el franquismo, salió de España… y hoy día descansa en paz en La Almudena junto a su primera mujer, la baronesa de Pretrino, y unas lilas que alguien plantó en su honor y lucen en todo su esplendor primaveral. Si algún día se celebrara el día mundial de la ignominia periodística, quizá deberíamos venir todos en peregrinación a la tumba de Lazar: el periodismo español tocó fondo cuando estuvo ‘a las órdenes’ de este nazi de origen austriaco.

La voz de su amo

Ramón Garriga (Barcelona, 1908-1994), jefe del servicio de prensa del bando nacional durante la Guerra Civil y enviado especial de EFE al Berlín nazi, fue un periodista del régimen que con el tiempo desarrolló ideas propias. En 1971 escribió ‘La España de Franco’, memorias en las que no dejó títere franquista con cabeza. Su retrato de las miserias del periodismo español durante la guerra —de la civil a la mundial— es demoledor. 

Los alemanes se gastaron muchos millones de pesetas en nazificar la propaganda española 

Cuenta Garriga que Lazar llegó a tener 432 personas en plantilla entre funcionarios de prensa de la embajada, periodistas, secretarias, mecanógrafas “y una legión de españoles” que trabajaban de enlaces de prensa en los consulados alemanes en España. “Lazar tenía a sus órdenes más personal que todos los servicios de prensa del Estado español y disponía, además, de grandes fondos secretos para repartir entre sus amigos. Los alemanes se gastaron muchos millones de pesetas en nazificar la propaganda española… En ningún país del mundo se ha visto a una prensa portarse de manera tan servil como en estos años de la guerra”. Y lo dice uno de los periodistas de referencia del primer franquismo

En un momento en que el dinero no sobraba en España, las mordidas de Lazar a medios y periodistas tuvieron un efecto fulminante: “Era un secreto a voces que Lazar repartía mensualmente cantidades fijas para dominar y controlar la prensa española. Algunos recibían sumas importantes que les permitían vivir lujosamente; pero la gran mayoría aceptaba el soborno porque servía para vencer las dificultades económicas creadas por la carestía de la vida y los ingresos oficiales cada vez más limitados. Serrano Suñer sabía que Lazar corrompía la prensa…”, escribe Garriga. Por cierto: ¿saben cuántas referencias a Lazar hay en los dos voluminosos libros de memorias —’Entre Hendaya y Gibraltar’ y ‘Entre el silencio y la propaganda, la historia como fue’— de Ramón Serraño Suñer? Sí, lo han adivinado, ninguna. Quizá se debió al alzhéimer histórico del excapo de la Falange, número dos del franquismo hasta 1942 y entusiasta divulgador de la nazificación de España. 

Era un secreto a voces que Lazar repartía mensualmente cantidades fijas para dominar y controlar la prensa

Separados al nacer

El solapamiento entre los intereses informativos alemanes y españoles fue de tal magnitud que era complicado saber qué había escrito quién en cada momento. 

Ejemplo 1: muchas de las crónicas del enviado especial en Alemania del diario ‘ABC’ (y de otros periódicos) las escribía en realidad un funcionario de la embajada de Alemania en Madrid al dictado de Lazar. 

Ejemplo 2: algunos de los corresponsales en Berlín de la prensa española no habían llegado ahí por casualidad: venían de trabajar en la oficina de propaganda alemana abierta en Salamanca durante la Guerra Civil. De Salamanca saltaron a Berlín para “convertirse cien por cien en funcionarios del Ministerio de Propaganda del Reich”, según Garriga. Más tarde, se convertirían en enviados especiales en Alemania de los periódicos españoles. Huelga decir que “eran los corresponsales favoritos de Lazar, pues sabía perfectamente que nunca pecarían por indiscretos y que siempre escribirían lo que conviniera a Goebbels”, asegura Garriga. La afinidad con Alemania era tanto ideológica como económica: Lazar pagaba a los periódicos españoles el sueldo de sus corresponsales en Alemania. Todos contentos pues. 

Ejemplo 3: en 1940 se creó la agencia EFE. Si revisan ustedes algunos de los teletipos de entonces, verán que los hay firmados como EFE/SET. Detrás de esas siglas estaba también la sombra de Lazar, aunque las informaciones no se escribían desde la embajada alemana, sino desde un misterioso y elegante palacete en la calle Serrano…

El chalé de Serrano que fue sede de la agencia nazi Transocean. (C. P.)

Estamos frente a un chalé de la calle Serrano cercano a la sede del CSIC y al Instituto Ramiro de Maeztu. Un autobús turístico de dos pisos atraviesa la calle sin detenerse, lo que no quiere decir que el chalé de Serrano —que por fuera está igual que en 1939— no tenga una historia que merece la pena ser contada: fue la sede española de Transocean, agencia de noticias nazis para España y América Latina. Por una de aquellas paradojas históricas tan típicas de la Alemania de la posguerra, el chalé de Serrano es desde los años sesenta sede de la cadena de televisión pública alemana ARD

Transocean fue desde 1938 la única agencia extranjera que podía insertar sus comunicados directamente en la prensa española, gracias a un acuerdo auspiciado por Lazar, que llegó a España en 1938 como jefe de prensa de la agencia nazi. Lazar se presentó a las autoridades de Burgos, donde en enero de ese año se había constituido el primer Gobierno de Francisco Franco. Ahí le conoció Ramón Garriga. 

Los corresponsales españoles en Berlín eran funcionarios del Ministerio de Propaganda del Reich 

Al acuerdo con Transocean se sumaría luego la agencia EFE. “En 1940, se creó la agencia oficial EFE (y, a efectos de enmascaramiento), se convino en firmar los comunicados a partir de entonces con las siglas de la agencia española seguidas de las letras S.E.T, que sin embargo no significaban otra cosa que Servicio Especial Transocean”, escribe el historiador Manuel Ros Agudo en ‘La guerra secreta de Franco’.

Fondo de reptiles

Pocos meses después de finalizar la Guerra Civil, en agosto de 1940, Lazar fue nombrado agregado de prensa de la embajada alemana, donde contaría con una enorme cantidad de dinero para comprar voluntades periodísticas. “Berlín dotó a Lazar con un fondo reservado destinado a asegurarse el apoyo de los periodistas españoles a la causa alemana. De cara al exterior, el fondo (200.000 pesetas mensuales) se usaba para ganarse las publicaciones españolas, ya que se les aseguraban contratos fijos de publicidad alemana. En realidad, la publicidad consumía solo 25.000 pesetas, según la contabilidad oficial. El resto se empleaba para ‘pagos confidenciales’ a los periodistas captados por Lazar para la causa”, escribe Manuel Ros Agudo. 

“Las generosas ‘subvenciones’ de Lazar fueron repartidas hábilmente hasta formar una espesa red de apoyos a escala nacional que vetaba toda información favorable a los aliados, hasta el punto de impedir hasta finales de 1942 la publicación siquiera de los partes de guerra angloamericanos”, añade Ros Agudo. 

No obstante, el problema no era tanto coyuntural —periodistas que se dejaban sobornar— como estructural. Podredumbre de arriba abajo: “El mal estaba más en las autoridades de prensa, entregadas a Lazar, que en los propios periodistas”, sostiene Garriga. El camisa vieja Juan Aparicio, nombrado director general de Prensa en 1941, se limitaba a “seguir las sugestiones de Lazar”, hasta el punto de que “en la prensa mandaba más y mejor Lazar que el propio Aparicio” porque “la Falange había abierto por completo las puertas de la propaganda al doctor Goebbels”. 

Los españoles se mostraban más nazis que los propios nazis 

La penetración de la propaganda nazi era tal que nuestra capacidad de negación de la realidad bélica superó incluso a la de la prensa alemana. Para nazis… nosotros. “Cuando las cosas empezaron a andar mal para los nazis en Rusia y el ‘Voelkischer Beobachter’ publicaba algún artículo reflejando la realidad, era muy difícil encontrar reproducida esta literatura pesimista nazi en las páginas de la prensa española, a pesar de haber sido transmitido su contenido por las mismas agencias alemanas de información. El resultado que obtenían Lazar y Aparicio era que los españoles se mostraban más nazis que los propios nazis. La corrupción de la prensa española en esos años de guerra compitió perfectamente con la que se fue apoderando de todos los resortes de gobierno de la España franquista”, zanja Garriga.

Encanto y carisma de un nazi

Lazar sobrevivió a tres embajadores diferentes, lo que da idea tanto de la eficacia de su trabajo como de su jerarquía. ¿Las claves de su éxito al margen de su abultado presupuesto para untar a la prensa? Su personalidad carismática. “No era ningún monstruo siniestro, sino un tipo con encanto típicamente vienés. En el mundo germanoparlante, los vieneses tienen fama de tener gracia y suavidad. Lazar cayó bien a todo el mundo en Madrid; bueno, a todo el mundo menos a los aliados”, cuenta vía telefónica el periodista estadounidense Peter Besas, autor de un ensayo revelador sobre la materia: ‘Nazis en Madrid’

Lazar cayó bien en Madrid a todo el mundo… A todo el mundo menos a los aliados, claro 

La opinión de Besas sobre la personalidad de Lazar coincide con la de una de las grandes expertas sobre propaganda nazi en España, la profesora Ingrid Schulze Schneider: “El ‘charme’ vienés y sus buenos modales abrieron a Lazar las puertas de la alta sociedad madrileña. Amigo y confidente de embajadores, ministros, subsecretarios y condesas, el agregado de Prensa de la embajada de Madrid llegó a convertirse —según el testimonio de amigos y enemigos— en el dueño de gran parte de la prensa española durante la Segunda Guerra Mundial”.

Lazar solía ganarse el favor de los periodistas españoles por el estómago. En su casa/palacete/oficina de prensa del paseo de la Castellana se celebraban cuchipandas periodísticas a las que no era fácil resistirse en tiempos de escasez: el rey de la propaganda nazi contaba con un espectacular suministro de viandas. Saraos y negocios, un clásico español. “El nombramiento de José María Alfaro como subsecretario de Prensa y Propaganda fue festejado en el domicilio de Lazar la noche antes de su publicación en el Boletín Oficial del Estado, con la presencia del director de Prensa de Madrid, Manuel Aznar [abuelo del futuro presidente del Gobierno, José María Aznar], y la de Manuel Halcón, hombre de confianza de Serrano Suñer, entre otros destacados invitados”, escribe Schulze Schneider

La alta aristocracia madrileña estaba fascinada con Lazar por su aspecto —pelo engominado y repeinado hacia atrás, bigotito y monóculo—, sus maneras —piquito de oro y cortesía teatral— y su elevado tren de vida. Era todo un personaje, como explica el periodista José María Irujo en ‘La lista negra’, ensayo de referencia sobre España como refugio nazi. Irujo cuenta en el libro que Lazar “estaba considerado el hombre mejor informado de Madrid y sus tentáculos alcanzaban los rincones más lejanos e insospechados”. También asegura que los dolores por las secuelas de heridas de guerra (IGM) convirtieron a Lazar en adicto a la morfina y la cocaína. Sumen a todo esto el hecho no precisamente menor de que Lazar fuera judío, y tendrán uno de esos personajes que parecen inventados. Pero no, Lazar existió, como real fue el gran bochorno de la prensa española de esos años.

Scroll al inicio