Hay sociedades como la Japonesa y otras culturas milenarias que rinden culto a la experiencia y trayectoria de sus mayores valorando sus capacidades y sabiduría a la hora de avanzar en diferentes campos sociales donde su consejo y actuación resulta imprescindible.

Esta presencia de los sabios expertos claro está, se ejerce desde sus potenciales habilidades y prestigio de una trayectoria en aquellas actividades y disciplinas donde se han destacado ocupando el podio de los ganadores de las contiendas más diversas.

Esta sabia tendencia sufre modificaciones sustanciales en otras sociedades de la aldea global donde la comunicación, sin mérito alguno, protagoniza algunas batallas para las que, no solo no está preparada, sino que también juega en contra del éxito necesario, y contagia patologías a los entornos organizacionales en donde se mueven y gestionan sus acciones.


Generosidad exigente: compartimos para hacer.

Libertad responsable: hacemos lo que queremos.

Energía creativa: nos apasiona lo que hacemos.

Coherencia: hacemos lo que decimos.

Transparencia: contamos lo que hacemos.


Van contra todo y todos, una conducta propia de los traumas generados por la simbólica frase «el ocaso de la vedette», que deriva en un estado de pánico que degenera en una conducta actitudinal donde el «fin justifica los medios», ya que «no hay nada que perder».

Es Nicolás Maquiavello su inspiración, y el rencor su cualidad más destacada, ya que en el intento de lograr sus objetivos descontextualizan todo lo que manifiestan y escriben, y en su derrotero traumático avasallan los valores más sublimes y el honor a la verdad.

Esta conducta de neto corte patológico no solo está protagonizada en la actualidad por algunos personajes «demodé», sino también por «sujetos sociales» de ambición desmedida y siempre desproporcionada en relación a sus propias capacidades profesionales y sus inexistentes virtudes humanas.

Es imprescindible que en estas claras transformaciones naturales que está transitando la humanidad, salgan a la luz en forma pública éstos actores y sus conductas tóxicas, ya que perjudican y atrasan el crecimiento y evolución de aquellas sociedades que más necesitan apelar a la sabiduría de sus sabios y desactivar la presencia y participación de los impíos.

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