Bartolo y el portugués
AmbienteCom
-¿Hola, hablo con el señor Gustavo Rachid Rucker?
Atendí la llamada, era la secretaria de Bartolo (llamado así en ese momento, porque su nombre comprometía a quien lo dijese), un domingo del año 2012, me convocaba a la casa de su jefe porque me quería agasajar por mi llegada a Buenos Aires después de haber pasado algún tiempo fuera del país.
Con todo gusto acepté y cuando llegué no me esperaba tal recibimiento cariñoso: –Gustavo, bienvenido, qué alegría verte, quiero ayudarte y ofrecerte que dirijas este grupo de medios que hemos comprado y que sólo alguien con tu experiencia y capacidad puede hacerlo…
Agradecido, le dije que no me interesaba porque mi regreso a Argentina respondía a un deseo de disfrutar una temporada con familia y amigos, después de muchos años álgidos en España y otros países, una especie de descanso, de ganas de echar un «cable a tierra».
El insistió y llamó al portugués, diciéndole: –Hola, ¿a qué no sabés con quién estoy?, con Gustavo. ¡Siiii! volvió de España, el que no te dejaba hablar en la radio porque eras militante de franja morada (agrupación de estudiantes radicales en la universidades argentinas). A continuación manifestó una carcajada burlesca para recordar al portugués de paso que en el año 1993 no era nadie, y encima militaba en el partido contrario al que en 2012 gobernaba y con el que ellos hacían pingües negocios.
El portugués, a regañadientes, aceptó la imposición de su jefe y un día después estaba yo sentado en su despacho acudiendo a la invitación.
Nada había cambiado, tampoco su aspecto y su tradicional pelo grasoso sobre su frente transpirada.
-Qué alegría verte Gustavo, ya sabes que somos los dueños de este grupo de medios de comunicación más importante de Argentina y te queremos con nosotros, bla, bla, bla. ¿Que querés hacer, qué puesto querés?
–Ninguno, le respondí, desalentando en ese momento su viejo trauma de vengarse de mí, si le tocaba ser mi jefe, ante mi negativa hacía muchos años atrás de no permitirle hacer proselitismo político en una emisora oficial.
-Nooo Gustavo, pedime lo que quieras, pensalo y nos volvemos a ver para cerrar este tema…
Una de sus secretarías, ante su pedido, agendó y bloqueó para dos días posteriores un desayuno de trabajo y toda una mañana de charla. Quedó en confirmar hora y llamarme…
Nunca más me llamaron, cosa que me alivió, porque su situación y actividades los llevó a tener serios problemas años después.